miércoles, 22 de julio de 2009


Indagando en el pasado de nuestra comuna, durante el mes de febrero antes de abandonar Cabrero, el ingeniero agrónomo Ricardo Pérez Donoso nos concedió un personal testimonio de su experiencia vivida corrió administrador de uno de los terrenos que antiguamente correspondió a la gran hacienda Peñuelas, en el actual sector de Lomas de Angol.

Pese a tratarse de una visión parcial de los hechos, las palabras de Ricardo Pérez tuvieron una enorme importancia para continuar este improvisado proceso de investigación, convirtiéndose en un evidente indicio de la riqueza histórica y cultural que aguarda dormida entre los vecinos más antiguos de nuestro territorio.


Desde el primer minuto advirtió que su relato, el de un hombre de 82 años de edad, probablemente podría adolecer de imprecisiones, sin embargo, se inicia la conversación y Elías Sánchez Cid demuestra que es poseedor de una envidiable capacidad recordatoria.

Al igual que sus abuelos y padres, don Elías nació en la Hacienda Peñuelas, el 12 de enero de 1922, siendo uno de los nueve hijos de Sabino Sánchez y Petronila Cid, una de las parejas de trabajadores asentadas en el fundo. A los 18 años se atrevió a salir a ese mundo desconocido y que por tanto tiempo le había seducido. Se alejó de Peñuelas para trazar la principal parte de su propia historia. Pero en todo su extenso recorrido jamás ha podido desligarse afectivamente de la gran hacienda. En ella identifica un sentido de orgullosa pertenencia, razón por la cual tampoco le ha sido indiferente su destino.



Creo que esta hacienda tiene una importancia histórica no sólo a nivel comunal, sino que para Chile. Recordemos que fue propiedad de un Presidente de la República, don Aníbal Pinto Garmendia, esposo de doña Delfina de la Cruz y Zanartu, la única heredera del primer propietario de Peñuelas, el General José María de la Cruz Prieto. Peñuelas era un lugar donde veraneaba la gente más connotada de la nación. Contaba mi madre que cuando ella era una niña, venían distinguidas familias como los Riesco, los Montt, aparte de los mismos Bahamonde que, antes de ser dueños de esta hacienda, ya estaban vinculados socialmente con los de la Cruz. Se decía que era tanta la gente, que tenían que venir por temporada, no cabían todos de un tiro. Imagínese que estamos hablando de una casa en que podían alojarse 50personas.



Remontándose al origen de este fundo, Elías Sánchez señala que este se gesta a raíz de la derrota que tuviera el General de la Cruz como candidato a la presidencia de la República. "Desgraciadamente perdió, y este hombre se enojó tanto, tomó regimiento y cortó Chile, de cordillera a mar, formando tres grandes haciendas: EL Infiernillo, hacia la cordillera, Peñuelas, en el centro y Hualpén hacia el mar.




















La llegada de los Bahamonde.

Con los años, muere Aníbal Pinto, en 1884, atravesando su viuda y siete hijos por serios problemas económicos. Al parecer existían compromisos con la "Casa Agraria", donde todos los años se adquirían las semillas y se renovaban los implementos de producción. No se efectuaron los pagos correspondientes, por lo tanto el fundo se llevó a remate, adjudicándoselo Ruperto Bahamonde Rivera, quien fuera director de la Escuela de Derecho y, más tarde, rector de la Universidad de Chile.



Mis abuelos vivían muy cerca de las casas patronales, ellos sentían una gran estima y lealtad por los Pinto-de la Cruz. En vista de eso, y como la señora Delfina pasaba gran parte del año en Santiago, le dijo a mi abuelita que por qué no le entregaba las niñas para levárselas a la capital y así pudieran educarse. De esa manera, mi madre a los 16 años se fue a Santiago, regresando cinco años más tarde. Pasó que ella echaba mucho de menos su tierra y, al ver a su patrona enferma, puesto que con la noticia del remate del fundo se le venía el mundo encima, mi madre no quiso comer más, entonces los médicos de la familia
aconsejaron que lo mejor era que volviera al campo. Y así fue cómo mi mamá perdió la oportunidad de ser una persona educada al abrigo de la señora del patrón. A su regreso a Peñuelas asumió como ama de llaves de la casa principal. A los años se conoció con mi padre que era el llavero del fundo. Así, trabajando, luego contrajeron matrimonio. Respecto de la actividad productiva que se desarrolló en el fundo, bajo la dirección de su nuevo propietario, don Elías dice que todo se trabajaba en grande. Se compraban las maquinarias más modernas para los cultivos y para las inmensas cosechas, en especial de trigo.

















También se criaban animales, pero por tales cantidades que los martilleros públicos iban a los mismos potreros a rematarlos. Realmente era un fundo muy próspero, había mucha actividad. Fíjese que aquí se hacían todas las mermeladas de frutas, casi por toneladas. Se hacía la salsa de ají, la salsa de tomates. Se envasaban con su etiqueta que decía "Hacienda Peñuelas, Estación General Cruz, de Bahamonde y Compañía". También se hacía la mantequilla, se pasteurizaba la leche y se llevaba la contabilidad de cuánto producía cada vaca. Era maravilloso ver cómo se procesaba la leche para separar la crema del suero, y para hacer la misma mantequilla. Se guardaba todo en unas bóvedas frigoríficas, y se envasaban para luego enviar los productos a la Feria Ureta, tres veces por semana. Era todo tan hermoso. Había mucha preocupación por ir siempre tratando de modernizarse, por mejorar la calidad de lo que se producía. Los animales eran todos bien atendidos por veterinarios. Lo terrible era que no sólo Peñuelas producía en grande, también lo hacia las haciendas de Colicheu, Río Claro y otros fundos importantes de esa época. Los trenes no daban abasto para transportar los productos a su destino, principalmente Santiago. Yo estaba muy chico, pero recuerdo perfectamente. Evocaciones de la infancia

Elías Sánchez no alcanzó a conocer personalmente a don Ruperto Bahamonde, sí a sus cinco herederos: Ruperto, Guillermo, Enrique, Mariano y Sara. Al morir el patrón, en 1926, la administración de la Hacienda pasó a manos de sus hijos, siendo administrada principalmente por Miguel Bahamonde. Mi infancia fue maravillosa. A pesar que vivía en un lugar donde no se veía mas allá que árboles, estrellas en la noche y el sol en el día, sabía que existía más mundo.



Después de ejercer como llavero de la hacienda, mi papá pasó a ser administrador general, así que se lo pasaba en la oficina. Ahí llegaban los diarios El Mercurio, La Nación y El Imparcial, entonces se vivía informado, pero yo era niño y no me interesaban esos temas. Mi padre nunca quiso que yo y mis hermanos hombres tomásemos un implemento
agrícola. A los tres nos prohibía jugar fútbol con el resto de los trabajadores. Por ese entonces yo no entendía mucho su decisión, lo cierto es que él quería que nosotros aprendiéramos otro tipo de oficio, que nos educáramos.

Por muy loables que hayan sido las intenciones de Sabino Sánchez, al nuevo gran patrón le incomodaban esas pretensiones de sus trabajadores, y de alguna manera expresaba su desacuerdo. -No sé como llamarlo si odio o rabia, pero ese caballero (Miguel Bahamonde) no miraba bien que un niño de cinco años no se ocupara en la labores que hacían todos los demás a esa edad, es decir, arrear bueyes, cuidar ovejas o chanchos. Yo podía tener 10 años, y nada de eso hacía. Eso le molestaba a don Miguel. Donde me veía, me echaba inmediatamente. Córrete... andai jugando a los mirones, me decía muy enojado. Era terrible. Como muchacho, a veces me juntaba con niños de mi edad que cuidaban terneros.

Jugábamos y hacíamos una que otra maldad, con tan mala suerte que siempre me pillaban. El patrón se iba derechito a la oficina a increpar a mi papá, y como él era un trabajador tan leal, prefería sacrificarme y retarme para darle en el gusto.

Afortunadamente, con la esposa de Bahamonde, la experiencia fue distinta. -La señora Nacha (Ignacia), era una mujer muy dije, muy hacendosa, nada que ver con su marido. Ella le enseñaba a leer a los niños que quisieran aprender. A muchos les sirvió, otros no lo tomaron muy en serio. Es que ni a los padres le interesaba que sus hijos aprendieran.

La caída de la gran hacienda. Cuando se dividió por primera vez el fundo entre los cinco hermanos Bahamonde, en 1940, Sabino Sánchez y su familia se quedó en el mismo lugar. Su nueva patrona fue dona Sara, quien por ser mujer, le asignaron las casas patronales.
Años después asumió como administrador don Ricardo Pérez, yerno de la única hija de don Ruperto. "Debo decir que lamentablemente ese cambio fue muy malo. Don Ricardo se tiró a político, no hubo progreso, no hubo siembras de trigo... fue de mal en peor", agrega don
Elías.



Aunque también reconoce que la principal causa de la caída de la gran Hacienda Peñuelas estuvo en el auge de las plantaciones de pino. -Haya sido hacienda o fundo, como se le quiera llamar, y pese a que antes no se contaba con más que riego básico, el agua del algún modo llegaba a cada rincón, facilitando la productividad. Después llegaron los pinos con grandes capitales, entonces fueron tentando a la gente para que vendieran. Al ver ahora a Peñuelas siento una gran nostalgia. Cómo está de transformada, obviamente obedece a la modernización que vivimos, pero me da pena ver pinos por el lado que uno mire, y pensar que esas tierras antes eran sementeras de trigo, grandes extensiones de siembra de alfalfa o esos espacios en que se movían cientos de animales... tanta productividad hoy ausente. En una de esas conversaciones que tuve con don Ricardo Pérez, le dije: mire don Ricardo le voy a advertir una cosa, yo nunca voy a dejar de venir a este fundo, porque me siento más dueño de él que usted mismo. Porque, mire, de esta gran hacienda no existe un centímetro de tierra donde yo no haya puesto mis pies. Al final nos despedimos con un abrazo.

Antes de culminar este profundo y sensible relato, Elías Sánchez quiso envié un agradecimiento a las actuales autoridades de la comuna. "Especialmente al señor alcalde Hasan Sabag, porque venir a la ciudad de Cabrero es realmente una delicia, un orgullo. Ver las condiciones que vive hoy su gente con alcantarillado, calles pavimentadas. Universidad, terminal de buses, hotel... todo tan limpio. Yo estoy muy agradecido de los años que han dedicado a su comuna los señores Sabag, don Hasan y su hermano Hosaín, porque pese a llevar muchos años viviendo en Santiago siempre me he sentido un hijo de este pueblo".